CIUDAD DEL VATICANO, noviembre 2008 (ZENIT.org).-
Benedicto XVI considera que la gran paradoja y el drama de la globalización, hecha posible gracias a las nuevas posibilidades de la comunicación, está en la soledad que sienten y viven cada vez más las personas.
Este nuevo contexto social, reconoció al recibir este viernes las cartas credenciales del nuevo embajador de Lituania ante la Santa Sede, Vytautas Alisauskas, presenta dos "peligros": la "fragmentación y la confusión moral".
"Es paradójico y trágico que en la era de la globalización, cuando las posibilidades de comunicación e interacción con los demás han alcanzado una dimensión que las generaciones precedentes apenas podían concebir, tantas personas se sientan aisladas unas de otras", constató el Santo Padre en el discurso que le entregó en inglés.
"Este hecho plantea numerosos problemas sociales que no se pueden resolver sólo en el ámbito político, pues incluso las mejores estructuras funcionan únicamente cuando en una comunidad existen unas convicciones vivas capaces de motivar a los hombres para una adhesión libre al ordenamiento comunitario", añadió citando su encíclica Spe Salvi (n. 24).
En este sentido, aclaró el obispo de Roma, "la Iglesia tiene un papel vital que desempeñar a través del mensaje de esperanza que proclama".
"Trata de edificar una edificar una civilización del amor enseñando que 'Dios es amor' y exhortando a las personas de buena voluntad a entrar en una relación de amor con él", subrayó.
Y, "dado que el amor de Dios lleva a la participación en la justicia y en la generosidad de Dios con los demás", reconoció, "la vida cristiana lleva naturalmente a la solidaridad con los conciudadanos y, en realidad, con toda la familia humana".
"Lleva a la decisión de servir al bien común y de responsabilizarse de los miembros más débiles de la sociedad, contrarresta el deseo de acumular riqueza sólo para uno mismo. Nuestra sociedad necesita escapar del hechizo de los bienes materiales y centrarse, en cambio, en los valores que promueven realmente el bien de la persona", concluyó.
Este nuevo contexto social, reconoció al recibir este viernes las cartas credenciales del nuevo embajador de Lituania ante la Santa Sede, Vytautas Alisauskas, presenta dos "peligros": la "fragmentación y la confusión moral".
"Es paradójico y trágico que en la era de la globalización, cuando las posibilidades de comunicación e interacción con los demás han alcanzado una dimensión que las generaciones precedentes apenas podían concebir, tantas personas se sientan aisladas unas de otras", constató el Santo Padre en el discurso que le entregó en inglés.
"Este hecho plantea numerosos problemas sociales que no se pueden resolver sólo en el ámbito político, pues incluso las mejores estructuras funcionan únicamente cuando en una comunidad existen unas convicciones vivas capaces de motivar a los hombres para una adhesión libre al ordenamiento comunitario", añadió citando su encíclica Spe Salvi (n. 24).
En este sentido, aclaró el obispo de Roma, "la Iglesia tiene un papel vital que desempeñar a través del mensaje de esperanza que proclama".
"Trata de edificar una edificar una civilización del amor enseñando que 'Dios es amor' y exhortando a las personas de buena voluntad a entrar en una relación de amor con él", subrayó.
Y, "dado que el amor de Dios lleva a la participación en la justicia y en la generosidad de Dios con los demás", reconoció, "la vida cristiana lleva naturalmente a la solidaridad con los conciudadanos y, en realidad, con toda la familia humana".
"Lleva a la decisión de servir al bien común y de responsabilizarse de los miembros más débiles de la sociedad, contrarresta el deseo de acumular riqueza sólo para uno mismo. Nuestra sociedad necesita escapar del hechizo de los bienes materiales y centrarse, en cambio, en los valores que promueven realmente el bien de la persona", concluyó.
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