Cae en Francia Zoran Kostic, el líder de los Panteras Rosas, la banda que asaltó las más lujosas joyerías de Europa
ANTONIO JIMÉNEZ BARCA - París - 17/05/2009 / El País.com
ANTONIO JIMÉNEZ BARCA - París - 17/05/2009 / El País.com
Zoran Kostic nació en Montenegro hace 39 años y la policía francesa le considera no sólo un ex soldado balcánico peligroso y extremadamente violento. También uno de los peces gordos, uno de los líderes de la difusa y escurridiza banda de atracadores de joyerías denominada los Panteras Rosas. Kostic, junto a otro compinche, fue detenido esta semana en un hotel de dos estrellas situado en el barrio parisino de Pigalle, a un paso del famoso cabaré Le Moulin Rouge, en una zona del norte de la ciudad conocida por sus sex shops.
La policía les sorprendió con una parte del botín: un alijo de relojes de lujo suizos, sustraídos en el último atraco, la relojería L'Émeraudé, en Lausana, desvalijada el 5 de mayo. La policía suiza sospechó desde el primer momento que los dos atracadores habían huido hacia Francia. También estaba convencida de que uno de los atracadores era el buscado Kostic. Así se lo comunicó a sus colegas franceses, que, tras consultar los hábitos de otros detenidos de la banda, buscó a los dos fugitivos en el barrio parisino de Pigalle. Con acierto.
Ahora, los agentes interrogan al presunto líder con la intención de saber algo más de la estructura, la forma y el escalafón de esa banda de ladrones desperdigada por varios países, integrada por cerca de 200 hombres, la mayoría militares de la ex Yugoslavia, camuflados en trabajos banales que se juntan esporádicamente para dar golpes espectaculares y meteóricos en joyerías de lujo en los barrios más caros de Europa para luego desaparecer de nuevo.
En marzo, policías especializados de 16 países se reunieron durante dos días en Mónaco para intercambiar información sobre la banda. Salieron a relucir varios datos mareantes: los Panteras Rosas empezaron en 1999 y desde entonces han atracado más de 120 establecimientos. El valor de lo robado asciende, según los cálculos de los policías, a 110 millones de euros. Antes preferían las joyas. Ahora se inclinan más por los relojes de marca cara, más fáciles de vender, sobre todo en Rusia, donde existe un mercado floreciente que adquiere toda esta mercancía a un 40% de su valor en las tiendas.
El apodo de la banda, proveniente de la famosa película protagonizada por David Niven, se lo puso Scotland Yard cuando en 2004 descubrió en casa de uno de los integrantes del grupo un enorme diamante azul de 600.000 euros escondido en un bote de crema para la cara. Sus golpes, repartidos en todas las esquinas del mundo, desde Abu Dabi a Tokio, son siempre parecidos: preparados con meticulosidad y acometidos con velocidad, precisión y, si es preciso, mucha violencia. El 5 de diciembre, cuatro atracadores desvalijaron en 15 meteóricos minutos la joyería de lujo Harry Winston, en París, en una exclusiva calle situada a un paso de los Campos Elíseos. Los cuatro atracadores se presentaron aparentando ser turistas ricos, con maletitas con ruedas y paso resuelto. Dos de ellos, además, iban disfrazados de mujer, con pelucas rubias, gafas de sol y bufandas. En el instante del atraco había muy pocas personas dentro, entre personal de la joyería y clientes. Arrinconaron a unos y a otros llamando a algunos de los empleados por su nombre, prueba de que habían preparado el golpe. Sólo pegaron a un vigilante y se esfumaron con un botín de 85 millones de euros sin dejar detrás de ellos ningún rastro. La policía francesa anunció desde el primer momento que el caso iba a ser difícil. La joyería ofreció una recompensa millonaria que hasta ahora no ha servido para nada. El desconcierto policial es tal que hay agentes que incluso dudan de que este atraco sea obra de los Panteras Rosas.
Kostic llevaba años perseguido. Desde que en 2007 atracara una joyería en Montecarlo y cometiera un fallo. "Huyeron en un Fiat amarillo que abandonaron después con sus huellas digitales", aseguró el sábado a The International Herald Tribune el inspector jefe del departamento de policía de Mónaco, Olivier Jude. La policía francesa ha interrogado a los dos detenidos durante dos días enteros en una comisaría parisina con la intención de descubrir los secretos de la invisibilidad de este grupo. Sin éxito hasta ahora. Ninguno ha cantado. Los Panteras Rosas, aún libres, siguen ocultos.
Ahora, los agentes interrogan al presunto líder con la intención de saber algo más de la estructura, la forma y el escalafón de esa banda de ladrones desperdigada por varios países, integrada por cerca de 200 hombres, la mayoría militares de la ex Yugoslavia, camuflados en trabajos banales que se juntan esporádicamente para dar golpes espectaculares y meteóricos en joyerías de lujo en los barrios más caros de Europa para luego desaparecer de nuevo.
En marzo, policías especializados de 16 países se reunieron durante dos días en Mónaco para intercambiar información sobre la banda. Salieron a relucir varios datos mareantes: los Panteras Rosas empezaron en 1999 y desde entonces han atracado más de 120 establecimientos. El valor de lo robado asciende, según los cálculos de los policías, a 110 millones de euros. Antes preferían las joyas. Ahora se inclinan más por los relojes de marca cara, más fáciles de vender, sobre todo en Rusia, donde existe un mercado floreciente que adquiere toda esta mercancía a un 40% de su valor en las tiendas.
El apodo de la banda, proveniente de la famosa película protagonizada por David Niven, se lo puso Scotland Yard cuando en 2004 descubrió en casa de uno de los integrantes del grupo un enorme diamante azul de 600.000 euros escondido en un bote de crema para la cara. Sus golpes, repartidos en todas las esquinas del mundo, desde Abu Dabi a Tokio, son siempre parecidos: preparados con meticulosidad y acometidos con velocidad, precisión y, si es preciso, mucha violencia. El 5 de diciembre, cuatro atracadores desvalijaron en 15 meteóricos minutos la joyería de lujo Harry Winston, en París, en una exclusiva calle situada a un paso de los Campos Elíseos. Los cuatro atracadores se presentaron aparentando ser turistas ricos, con maletitas con ruedas y paso resuelto. Dos de ellos, además, iban disfrazados de mujer, con pelucas rubias, gafas de sol y bufandas. En el instante del atraco había muy pocas personas dentro, entre personal de la joyería y clientes. Arrinconaron a unos y a otros llamando a algunos de los empleados por su nombre, prueba de que habían preparado el golpe. Sólo pegaron a un vigilante y se esfumaron con un botín de 85 millones de euros sin dejar detrás de ellos ningún rastro. La policía francesa anunció desde el primer momento que el caso iba a ser difícil. La joyería ofreció una recompensa millonaria que hasta ahora no ha servido para nada. El desconcierto policial es tal que hay agentes que incluso dudan de que este atraco sea obra de los Panteras Rosas.
Kostic llevaba años perseguido. Desde que en 2007 atracara una joyería en Montecarlo y cometiera un fallo. "Huyeron en un Fiat amarillo que abandonaron después con sus huellas digitales", aseguró el sábado a The International Herald Tribune el inspector jefe del departamento de policía de Mónaco, Olivier Jude. La policía francesa ha interrogado a los dos detenidos durante dos días enteros en una comisaría parisina con la intención de descubrir los secretos de la invisibilidad de este grupo. Sin éxito hasta ahora. Ninguno ha cantado. Los Panteras Rosas, aún libres, siguen ocultos.
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